Se lo debemos todo a Jesús crucificado. ¿Cuál es su vida, mis hermanos, sino la cruz? ¿De dónde viene el pan de tu alma, sino de la cruz? ¿Cuál es tu alegría, sino la cruz? ¿Cuál es tu deleite? ¿cuál es tu cielo, sino el Bendito, una vez crucificado por vosotros, que vive por siempre para interceder por ti? Aférrate a la cruz, entonces, ¡pon tus brazos alrededor de ella! Sosten al Crucificado, y nunca lo dejes ir. Ven de nuevo a la cruz en este momento, y descansa allí ahora y para siempre! Luego, con el poder de Dios sobre ti, ¡sal a predicar la cruz! Cuenta la historia del Cordero inmolado. Repite la historia maravillosa, y nada más. No importa cómo lo hagas, sólo proclama que Jesús murió por pecadores.
La cruz sostenida por las manos de un bebé es tan potente como si un gigante la sostuviese en alto. El poder está en la palabra misma, o más bien en el Espíritu Santo, que trabaja a traves y con ella. Oh Cristo glorioso, cuando he tenido una visión de Tu cruz, la he visto en un principio como una horca común, y que tú fuiste colgado en ella como un criminal; pero, mientras la he estabo mirando, la he visto comenzar a levantarse, y se levantaba en el aire hasta alcanzar lo más alto del cielo, y por su gran poder ha levantado incalculables multitudes al trono de Dios. He visto que sus brazos se extienden y se expanden hasta que han abrazado toda la tierra. He visto su base descender tan profundo como lo estan nuestras miserias; y que gran visión he tenido de Tu magnificencia, ¡Oh Tú Crucificado! Hermanos, crean en el poder de la cruz por la conversión de los que los rodean. No digas de ningún hombre que no puede ser salvado. La sangre de Jesús es omnipotente. No digas de cualquier distrito que está demasiado hundido, o que cualquier tipo de hombre ha ido demasiado lejos: la palabra de la cruz reclama a los perdidos. Cree que es el poder de Dios, y encontrarás que así es.
Cree en Cristo crucificado, y predica con valentía en Su nombre, y verás cosas grandes y te gozarás. No dudes del triunfo final del cristianismo. No dejes que la desconfianza revolotee a través de tu alma. La cruz debe conquistar; debe florecer con una corona, una corona en consonancia con la persona de Cristo crucificado, y la amargura de su agonía. Su recompensa será paralela a Sus dolores. Confia en Dios, y eleva tu estandarte bien alto, y ahora con salmos y canciones avanza a la batalla, porque el Señor de los ejércitos está con nosotros, el Hijo del Altísimo conduce nuestro transporte. Adelante, con toque de trompeta de plata y grito de aquellos que se apoderan del botín. ¡No dejemos que el corazón de nadie falle! ¡Cristo ha sido sacrificado! ¡La expiación esta completa! ¡Dios está satisfecho! ¡La paz es proclamada! ¡El cielo brilla con pruebas de misericordia ya otorgados a diez mil veces diez mil! El infierno está temblando, el cielo adorando, la tierra de espera. Avancen, oh santos, a una victoria segura! Vencerán a través de la sangre del Cordero.
de "Escenas del
Progeso del
Peregrino" por C.H. Spurgeon
Traducción: gustavo Morel
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