martes, 30 de junio de 2015

Serie de las doctrinas de la gracia: II. La Elección por Charles Spurgeon



"Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo."  2 Tesalonicenses 2: 13, 14.

Si no hubiera ningún otro texto en la sagrada Palabra excepto éste, pienso que todos deberíamos estar obligados a recibir y reconocer la verdad de esta grandiosa y gloriosa doctrina de la eterna elección que Dios ha hecho de Su familia. Pero parece que hay un prejuicio muy arraigado en la mente humana en contra de esta doctrina. Y aunque la mayoría de las otras doctrinas son recibidas por los cristianos profesantes, algunas con cautela, otras con gozo, sin embargo esta doctrina parece ser despreciada y descartada con frecuencia.

En muchos de nuestros púlpitos se consideraría gran pecado y alta traición, predicar un sermón sobre la elección, porque no podrían convertir su sermón en lo que ellos llaman un discurso "práctico." Creo que ellos se han apartado de la verdad en este asunto. Cualquier cosa que Dios ha revelado, la ha revelado con un propósito. No hay absolutamente nada en la Escritura que no se pueda convertir, bajo la influencia del Espíritu de Dios, en un discurso práctico: pues "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil" para algún propósito de provecho espiritual.

Es verdad que no se puede convertir en un discurso sobre el libre albedrío (eso lo sabemos muy bien) pero sí se puede convertir en un discurso sobre la gracia inmerecida: y el tema de la gracia inmerecida es de resultados prácticos, cuando las verdaderas doctrinas del amor inmutable de Dios son presentadas para que obren en los corazones de los santos y de los pecadores.

lunes, 29 de junio de 2015

Sermones escogidos: El libre albedrío, Un esclavo por Charles Spurgeon


"Y no queréis venir a mí para que tengáis vida." Juan 5:40 
Este es uno de los poderosos cañones de los arminianos, colocado sobre sus murallas, y a menudo disparado con un terrible ruido contra los pobres cristianos llamados calvinistas Yo pretendo silenciar ese cañón el día de hoy, o, más bien, dispararlo en contra del enemigo, pues nunca les perteneció a ellos. El cañón no fue construido en la fundición de los arminianos, y más bien su objetivo era la enseñanza de una doctrina totalmente opuesta a la que los arminianos sostienen.

Usualmente, cuando se explica este texto, las divisiones son: primero, que el hombre tiene voluntad. Segundo, que es enteramente libre. Tercero, que los hombres deben decidir venir a Cristo por ellos mismos, de lo contrario no serán salvos.

Pero nosotros no lo dividiremos de esa manera, sino que nos esforzaremos por analizar de manera objetiva este texto, sin concluir apresuradamente que enseña la doctrina del libre albedrío, simplemente porque contiene palabras tales como "querer" y "no querer."

Ya se ha demostrado más allá de toda controversia, que el libre albedrío es una insensatez. La voluntad no tiene libertad como tampoco la electricidad tiene peso. Son cosas completamente diferentes. Podemos creer en la libertad de acción del individuo, pero el libre albedrío es algo sencillamente ridículo. Todo mundo sabe que la voluntad es dirigida por el entendimiento, que es llevada a la acción por motivos, que es guiada por otras partes del alma, y que es una potencia secundaria.

Tanto la filosofía como la religión descartan de inmediato la pura idea del libre albedrío; y yo estoy de acuerdo con la rotunda afirmación de Martín Lutero que dice: "Si algún hombre atribuye una parte de la salvación, aunque sea lo más mínimo, al libre albedrío del hombre, no sabe absolutamente nada acerca de la gracia, y no tiene el debido conocimiento de Jesucristo." Puede parecer un concepto duro, pero aquel que cree con plena convicción que el hombre se vuelve a Dios por su propio libre albedrío, no puede haber recibido esa enseñanza de Dios, pues ese es uno de los primeros principios que aprendemos cuando Él comienza a trabajar en nosotros: que no tenemos ni voluntad ni poder, sino que ambos los recibimos de Él; que Él es "el Alfa y la Omega" en la salvación de los hombres.

Nuestras consideraciones el día de hoy serán las siguientes: primero: todos los hombres están muertos, porque el texto dice: "Y no queréis venir a mí para que tengáis vida." Segundo: que hay vida en Jesucristo: "Y no queréis venir a para que tengáis vida." Tercero: que hay vida en Jesucristo para todo aquel que viene por ella: "Y no queréis venir a mí para que tengáis vida," implicando que todos los que vengan, tendrán vida. Y cuarto: la sustancia del texto radica en esto, que ningún hombre por naturaleza vendrá jamás a Cristo, pues el texto dice: "Y no queréis venir a mí para que tengáis vida." Lejos de afirmar que los hombres por su propia voluntad harán alguna vez eso, lo niega de manera abierta y categórica, diciendo: "Y NO QUERÉIS venir a mí para que tengáis vida." Entonces, queridos hermanos, estoy a punto de gritar: ¿Acaso los que creen en el libre albedrío no están conscientes que se están atreviendo a desafiar la inspiración de la Escritura? ¿No tienen ningún entendimiento, aquellos que niegan la doctrina de la gracia? Se han apartado tanto de Dios que retuercen el texto para demostrar el libre albedrío; en cambio, el texto dice: "Y NO QUERÉIS venir a mí para que tengáis vida."

Serie de las doctrinas de la gracia: I. La Incapacidad Humana por Charles Spurgeon


"Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere" Juan 6:44
"Venir a Cristo" es una frase muy común en la Santa Escritura. Se usa para describir esas acciones del alma por las que, abandonando de inmediato nuestros pecados y nuestra justicia propia, volamos hacia el Señor Jesucristo y recibimos Su justicia para revestirnos con ella y Su sangre para que sea nuestra expiación. Venir a Cristo, entonces, encierra el arrepentimiento, la negación de uno mismo y la fe en el Señor Jesucristo. Incluye en sí todas esas cosas que son el acompañamiento necesario de estos grandiosos estados del corazón, tales como la creencia en la verdad, la diligencia en la oración a Dios, la sumisión del alma a los mandamientos del evangelio de Dios y todas esas cosas que acompañan el amanecer de la salvación en el alma.

Venir a Cristo es la única cosa esencial para la salvación de un pecador. Quien no viene a Cristo, haga lo que haga y crea lo que crea, está todavía en "hiel de amargura y en prisión de maldad." Venir a Cristo es el primerísimo efecto de la regeneración. En el momento en que el alma es vivificada, de inmediato descubre su condición perdida, y se horroriza ante esa condición, busca refugio y creyendo que Cristo es el refugio adecuado, vuela hacia Él y descansa en Él.

Donde no existe este venir a Cristo, no hay una señal cierta de una nueva vida. Donde no hay una vida nueva, el alma está muerta en delitos y pecados y estando muerta no puede entrar en el reino de los cielos. Tenemos frente a nosotros un aviso muy sorprendente, incluso detestable para algunas personas. Venir a Cristo, que es descrito por muchas personas como la cosa más fácil del mundo, es considerado por nuestro texto como algo total y enteramente imposible para cualquier hombre, a menos que el Padre le lleve a Cristo.

domingo, 28 de junio de 2015

Una respuesta bíblica a la homosexualidad por The Master's Seminary



A la luz de la decisión del Tribunal Supremo del 26/6, aquí hay seis artículos de The Master’s Seminary que abordan el tema de la homosexualidad desde una perspectiva bíblica.

1. La Palabra de Dios sobre la homosexualidad: La verdad sobre el pecado y la Realidad del Perdón

Resumen: Sl seguir un sentido distorsionado de "amor", algunos en el día de hoy han condonado la práctica homosexual, sin darse cuenta de que el amor bíblico excluye la homosexualidad debido a su pecaminosidad. Cristianos pueden mejor compartir el evangelio con los homosexuales llamando a su estilo de vida comola Biblia lo llama: pecado. Génesis 1-2, Mateo 19, y Efesios 5 describen claramente la manera en que Dios ha instituido el matrimonio como una relación monógama, heterosexual. Génesis 19, Judas 7, y 2 Pedro 2 ilustran cómo la caída casi inmediatamente erosionó la pureza de la sexualidad humana, incluyendo una devastación de la institución divina del matrimonio. Levítico 18 y 20 y Romanos 1 trazan muy claramente las instrucciones de Dios acerca de cómo la homosexualidad es repugnante a los ojos de Dios. Sin embargo, Isaías 56 y 1 Corintios 6 marcan el plan de Dios para los homosexuales de encontrar la libertad y el perdón a través de una fe que transforma la vida en Jesucristo. La puerta está abierta para los homosexuales y lesbianas a aceptar la invitación de Dios.

viernes, 26 de junio de 2015

El denominado matrimonio entre personas del mismo sexo, lamentando la nueva calamidad por John Piper



Jesús murió para que los pecadores heterosexuales y homosexuales puedan ser salvos. Jesús creó la sexualidad, y tiene una voluntad clara de cómo esta debe ser experimentada en santidad y alegría.

Su voluntad es que un hombre pued
a dejar a su padre y a su madre y unirse a su mujer, y que los dos sean una sola carne (Marcos 10: 6-9). En esta unión, la sexualidad encuentra su sentido señalado por Dios, ya sea en la unificación física personal, representación simbólica, júbilo sensual, o fructífera procreación.

Para aquellos que han abandonado camino de Dios para la satisfacción sexual, y entraron en relaciones homosexuales o fornicación heterosexual fuera del matrimonio o adulterio, Jesús ofrece asombrosa misericordia.
Tales eran algunos de ustedes. Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios. (1 Corintios 6:11).

Pero hoy en día esta salvación de actos sexuales pecaminosas no fue bien acogida. En su lugar había institucionalización masiva del pecado.