Señor
todopoderoso, no el Dios de los filósofos y
de los sabios,sino el Dios de los profetas y los apóstoles, y lo
mejor de todo, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo: ¿me
permites reconocer tu santidad? Los que no te conocen, quizá te
invoquen como otro distinto al que eres, y así no te adoran a ti,
sino a una criatura de su propia imaginación; por eso, ilumínanos
la mente para que te conozcamos tal como eres, de manera que te
podamos amar de manera perfecta y alabarte dignamente. En el nombre
de Jesucristo, nuestro Señor, Amén.
Lo
que nos viene a la mente cuando pensamos en Dios es lo más
importante de nosotros.
Es
probable que la historia de la humanidad señalará que ningún
pueblo se ha alzado a niveles más altos que su religión, y la
historia espiritual del hombre demostrará que ninguna religión ha
sido jamás más grande que su concepto de Dios. La adoración será
pura, o baja, según el lugar en que el adorador tenga a Dios.
Por
esta razón, la cuestión más importante que la Iglesia tiene
delante siempre será Dios mismo, y la realidad más portentosa
acerca de cualquier ser humano no es lo que él pueda decir o hacer
en un momento dado, sino la forma en que concibe a Dios en lo más
profundo del corazón. Por una ley secreta del corazón, tenemos la
tendencia de acercamos hacia la imagen mental de Dios que poseamos.
Esto no es cierto solamente con respecto al cristiano de manera
individual, sino también
con respecto al conjunto de cristianos que forma la Iglesia. Lo más
revelador acerca de la Iglesia será siempre su idea de Dios, así
como su mensaje más significativo es lo que diga sobre Él, o lo que
deje sin decir, porque con frecuencia, su silencio es más elocuente
que sus palabras. Nunca se podrá escapar de la revelación de sí
misma que hará cuando dé testimonio acerca de Dios.
Si
fuéramos capaces de obtener de algún ser humano una respuesta
completa a la pregunta "¿Qué le viene a la mente
cuando piensa sobre Dios?", podríamos predecir con certeza el
futuro espiritual de ese ser humano. Si fuéramos capaces de conocer
con exactitud lo que piensan sobre Dios los más influyentes de
nuestros líderes religiosos, podríamos predecir con bastante
precisión dónde se hallará la Iglesia mañana.
Sin
duda alguna, la palabra de más peso en cualquier idioma es la que
utiliza para designara Dios. El pensamiento y el habla son dones de
Dios a unas criaturas hechas a su imagen; éstas están íntimamente
asociadas con Él, y son imposibles sin Él. Es muy significativo que
la primera palabra fuera la Palabra, el Verbo: "y el Verbo era
con Dios, y el Verbo era Dios". Nosotros podemos hablar, porque
Dios habló. En Él,la palabra y la idea son inseparables entre sí.
Que
nuestra idea de Dios se aproxime lo más posible al verdadero ser de
Dios es algo de inmensa importancia para nosotros. Comparados con
nuestros pensamientos reales acerca de Él, nuestras declaraciones en
los credos resultan de poca importancia. Nuestra idea real de Dios
pudiera hallarse enterrada bajo los desechos de las nociones
religiosas convencionales, y quizás se necesite una búsqueda
inteligente y vigorosa antes de ser desenterrada y expuesta tal como
es. Sólo después de una fuerte prueba de doloroso examen personal,
estaremos en condiciones de descubrirlo que creemos en realidad sobre
Dios.
Tener
un concepto correcto de Dios es algo fundamental, no sólo para la
teología sistemática, sino también para la vida cristiana
práctica. Es a la adoración lo que los cimientos son al templo;
donde sea inadecuado, o esté fuera de plomada, toda la estructura
tendrá que desplomarse tarde o temprano. Creo que son muy escasos
los errores en la doctrina o en la aplicación de la ética cristiana
que no se puedan seguir hasta hallar su origen en unos pensamientos
imperfectos e innobles sobre Dios.
Opino
que el concepto de Dios que prevalece en esta época es tan
decadente, que se encuentra completamente por debajo de la dignidad
del Dios Altísimo, y en realidad constituye para los que profesan
ser creyentes algo que equivale a una calamidad moral.
Todos
los problemas del cielo y de la tierra, aunque se nos presentaran
juntos y al mismo tiempo, no serían nada comparados con el abrumador
problema de Dios: que Él existe. cómo es Él, y qué debemos
hacer nosotros, como seres morales, acerca de Él.
El
hombre que llega a unas creencias correctas con respecto a Dios
queda aliviado de mil problemas temporales, porque ve de una
vez que éstos llenen que ver con cuestiones que, a lo sumo, no le
pueden preocupar por largo tiempo; pero aun si se le pudieran quitar
las numerosas cargas del tiempo, la poderosa carga de la eternidad
comienza a pesar sobre él con un peso más aplastante que todas los
sufrimientos del mundo amontonados uno sobre otro. Esa poderosa carga
es su obligación con Dios. Comprende un acuciante deber de amara
Dios durante toda la vida con todos las fuerzas de la mente y del
alma, de obedecerle de manera perfecta y de adorarle de manera
aceptable. Cuando la angustiada conciencia del hombre le dice que no
ha hecho ninguna de estas cosas, que desde la niñez ha sido culpable
de una necia rebelión contra la Majestad del cielo, la presión
interna se podría volver difícil de soportar.
El
evangelio puede quitar esta carga destructora de la mente, dar gloria
en lugar de ceniza, y manto de alegría en lugar de luto. Con todo,
a. menos que se sienta el peso de esa carga, el evangelio no podrá
santificar nada para el hombre; y hasta que no tenga una visión de
un Dios exaltado por encima de todo, no habrá temor ni carga alguna.
El bajo concepto de Dios destruye el Evangelio para todo el que lo
tenga.
Entre
los pecados a los que tiende el corazón humano, es difícil hallar
otro que sea más odioso para Dios que la idolatría, porque la
idolatría es en el fondo un libelo con respecto a su personalidad.
El corazón idólatra da por sentado que Dios es otro distinto a
quien es - algo que es en sí un monstruoso pecado - y sustituye al
Dios verdadero por otro hecho a su propia semejanza. Este Dios
siempre se conformará a la imagen del que lo ha creado,y será bajo
o puro,cruel o bondadoso, según el estado moral de la mente de la
cual ha surgido.
Es
muy natural que un dios engendrado en las sombras de un corazón
caído no sea una verdadera semejanza del Dios verdadero. El Señor
le dice al malvado en el salmo: ''Tú pensabas que yo era totalmente
igual a ti; . En realidad, esto debe constituir una seria afrenta
para el Dios Altísimo ante el cual los querubines y serafines claman
de manera continua: "Santo, santo, santo, Señor Dios de los
ejércitos."
Mantengámonos
alerta, no vaya a ser que en nuestro orgullo aceptemos la noción
errónea de que la idolatría sólo consiste en doblarla rodilla ante
objetos visibles de adoración, y que por tanto, los pueblos
civilizados se hallan libres de ella. La esencia de la idolatría
consiste en abrigar sobre Dios pensamientos que son indignos de Él.
Comienza en la mente, y
puede estar presente donde no se haya producido ningún
acto abierto de adoración. Pablo dice: "Habiendo
conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron
gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio
corazón fue entenebrecido."
A
esto siguió la adoración de ídolos fabricados a semejanza de
hombres, y de aves, y de bestias, y de reptiles, pero esta serie de
actos degradantes comenzó en la mente. Las ideas equivocadas sobre
Dios no sólo son la fuente de la que fluyen las aguas contaminadas
de la idolatría; ellas mismas son idolátricas. Nociones pervertidas
sobre Dios pronto pudren la religión en que aparecen. La larga
historia de Israel demuestra esto con suficiente claridad, y la
historia de la Iglesia lo confirma. Es tan necesario para la Iglesia
el tener un alto concepto de Dios que, cuando ese concepto declina,
la Iglesia, con su adoración y sus normas morales, declina junto con
él. El primer paso en este descenso lo toma una iglesia, cualquiera
que ésta sea, cuando abandona su alto concepto de Dios.
Antes
que la Iglesia cristiana se eclipse en cualquier lugar, debe haber
primero una corrupción de su teología más simple y fundamental.
Sencillamente, responde de manera errada a la pregunta "¿Cómo
es Dios?", y parte de aquí. Aunque pueda continuar aferrada a
un credo nominalmente sano, su credo práctico se ha vuelto falso.
Las masas de sus adeptos llegan a creer que Dios es diferente a como
es en realidad, y esto es herejía de la más insidiosa y mortal de
las clases.
La
obligación más fuerte de cuantas pesan sobre la Iglesia cristiana
de hoy consiste en purificar y elevar su concepto de Dios. En todas
sus oraciones y trabajos, esto debiera ocupar el primer lugar. Le
haremos el mejor de los servicios a la próxima generación de
cristianos si les entregamos sin amortiguar ni disminuir ese noble
concepto de Dios que recibimos de nuestros padres hebreos y
cristianos de generaciones pasadas. Esto demostrará ser de mayor
valor para ellos, que todo cuanto se les pueda ocurrir al arte o a la
ciencia.
–A.W.
Tozer
Oh
Dios de Betel,de cuya mano
tu
pueblo sigue recibiendo su alimento;
tú
que has guiado a través
de
este cansado peregrinaje
a
todos nuestros padres.
Nuestros
votos y oraciones presentamos
ante
el trono de tu gracia.
Philip
Doddridge —cada capitulo del libro termina con una estrofa de un himno—
Por qué debemos
pensar correctamente sobre Dios, es el capitulo uno del libro “El
conocimiento del Dios Santo” del Pastor y escritor A.W. Tozer
Les dejo la descrpción del libro extraída de la contratapa—por Editorial Vida—
El
conocimiento del Dios
Santo es
una obra clásica
de testimonio cristiano y de consagración, escrito por un destacado
vocero del cristianismo evangélico. El doctor A.W. Tozer presenta
los atributos de Dios con palabras que van directamente al corazón
en esta magnífica obra pensada para fortalecer y profundizar la vida
espiritual. Cada capítulo comienza con una oración, estudia de
manera lúcida y reverente un aspecto divino -desde
la infinitud de Dios hasta su amor- para
relacionar después este atributo con el mundo de hoy. Tan
informativo como inspirador, El
conocimiento del Dios Santo restaura
en la mente religiosa popular el concepto supremo que tiene el
cristianismo sobre Dios.