Eran casi las 7:00
a.m. - tiempo de apertura para un puesto de comida pequeño
apodado el Café Eureka. Yo estaba allí primero, apoyado en el
mostrador y mirando felizmente el cartel
que decía:
"Estamos orgullosos de preparar
Café Starbucks."
Yo había esperado en este centro de retiro de verano estar a muchos kilómetros encontrar de una buena taza o'Joe. Pero de acuerdo a las palabras en este cartel, y la fragancia rústica que llenaba el aire, lo había encontrado. Así que fui a pedir mi café - una escena que se repitió varias veces en el transcurso de cinco días - y no pasó mucho tiempo para darme cuenta de que "orgullosos de preparar" una marca de café y de ser una institución oficial de esa marca son dos cosas diferentes.
Yo había esperado en este centro de retiro de verano estar a muchos kilómetros encontrar de una buena taza o'Joe. Pero de acuerdo a las palabras en este cartel, y la fragancia rústica que llenaba el aire, lo había encontrado. Así que fui a pedir mi café - una escena que se repitió varias veces en el transcurso de cinco días - y no pasó mucho tiempo para darme cuenta de que "orgullosos de preparar" una marca de café y de ser una institución oficial de esa marca son dos cosas diferentes.
Ahora
no me malinterpreten, el café era genial. Pero el Café Eureka
estaba bastante
lejos de un bona fide
Starbucks. Claro, los que servían el café
eran muy buenos
y las bebidas estaban bien, pero había varias cosas que no podía
tener. El
mitad-y-mitad
no necesita refrigeración. No había ningún sitio para sentarse. No
había música, no había una comunidad de
bebedores de café. En
todas las similitudes, todavía no era como
el verdadero. Usted sabe lo que quiero
decir.
Es algo así como la forma en que pensamos sobre el Espíritu Santo, cuando pensamos en él equivocadamente. Tendemos a hacer de él como el Café Eureka de Dios. Claro, hay similitudes importantes, pero no es como el verdadero. Sabemos que tiene que ver con Dios, pero podemos fácilmente contenernos de pensar del Espíritu como Dios mismo, quien él realmente es. Y me temo que hasta que realmente entendemos esto, nos quedaremos cortos en nuestra visión para vivir en sus beneficios. Tengo dos de estos beneficios específicamente en mente.
Es algo así como la forma en que pensamos sobre el Espíritu Santo, cuando pensamos en él equivocadamente. Tendemos a hacer de él como el Café Eureka de Dios. Claro, hay similitudes importantes, pero no es como el verdadero. Sabemos que tiene que ver con Dios, pero podemos fácilmente contenernos de pensar del Espíritu como Dios mismo, quien él realmente es. Y me temo que hasta que realmente entendemos esto, nos quedaremos cortos en nuestra visión para vivir en sus beneficios. Tengo dos de estos beneficios específicamente en mente.
1.
Nosotros
estamos
inseparablemente unidos
a Cristo
Debido a que el Espíritu Santo es Dios - no un simple emisario de Dios - esto significa que nuestra unión con Cristo es inseparable.
El papel central del Espíritu en la vida de los creyentes es mostrarnos a Jesús y unirnos a él. Él abre los ojos ciegos para contemplar a Jesús y despierta a los corazones muertos para creer Jesús. El Espíritu, a través de la fe vivificante que da poder, nos hace nacer de nuevo (Juan 3: 8). Él nos hace nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). Él nos trae a Cristo y se convierte en el vínculo de nuestra unión con él. Sinclair Ferguson escribe, "La cercanía de nuestra unión [con Cristo] depende de nuestra mutua posesión por, y la posesión de, el Espíritu Santo" (El Espíritu Santo, p. 106).
Debido a que el Espíritu Santo es Dios - no un simple emisario de Dios - esto significa que nuestra unión con Cristo es inseparable.
El papel central del Espíritu en la vida de los creyentes es mostrarnos a Jesús y unirnos a él. Él abre los ojos ciegos para contemplar a Jesús y despierta a los corazones muertos para creer Jesús. El Espíritu, a través de la fe vivificante que da poder, nos hace nacer de nuevo (Juan 3: 8). Él nos hace nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). Él nos trae a Cristo y se convierte en el vínculo de nuestra unión con él. Sinclair Ferguson escribe, "La cercanía de nuestra unión [con Cristo] depende de nuestra mutua posesión por, y la posesión de, el Espíritu Santo" (El Espíritu Santo, p. 106).
Esto
es importante. Nuestra unión con Cristo es dependiente del Espíritu
- no nuestra voluntad de creer, entonces el
Espíritu
alimenta nuestra
fe; no nuestro intelecto, entonces
el Espíritu da luz; no nuestros afectos, entonces
el Espíritu nos hace sentir; no nuestra obediencia, entonces
el Espíritu produce el fruto.
El Espíritu mismo es el vínculo de nuestra unión, lo que
significa, porque el Espíritu es Dios, que
el vínculo de nuestra relación con Dios
es Dios mismo. Y eso significa que no hay vuelta atrás.
Este vínculo no caduca ni se disuelve. Esto es lo que hace el Espíritu y siempre lo ha hecho. Antes de la fundación del mundo, el Espíritu fue el vínculo personal del glorioso amor entre el Padre y el Hijo. Y ahora, el Espíritu es ese amor en nosotros (Juan 17:26; Romanos 5: 5). Él nos ha llevado a una unión inseparable - una que es tan segura como el amor del Padre por el Hijo, tan segura como que el amor de Dios para si mismo.
Debido a que el Espíritu Santo es Dios, estamos en el para siempre.
Este vínculo no caduca ni se disuelve. Esto es lo que hace el Espíritu y siempre lo ha hecho. Antes de la fundación del mundo, el Espíritu fue el vínculo personal del glorioso amor entre el Padre y el Hijo. Y ahora, el Espíritu es ese amor en nosotros (Juan 17:26; Romanos 5: 5). Él nos ha llevado a una unión inseparable - una que es tan segura como el amor del Padre por el Hijo, tan segura como que el amor de Dios para si mismo.
Debido a que el Espíritu Santo es Dios, estamos en el para siempre.
2.
Somos inseparables sin
remordimiento
Debido a que el Espíritu Santo es Dios, y por lo tanto nuestra unión con Cristo es inseparable, significa que Dios nunca se lamentará habernos salvado.
Esta parte es más que un punto de nuestra seguridad teológica. Tiene que ver con cómo nos aferramos a ella. No es suficiente decir que estamos inseparablemente unidos a Cristo. Sino, ¿cómo se siente Dios al respecto? ¿Qué bien nos haría la unión inseparable a nosotros en este momento si pensamos que Dios no estaba contento al respecto? ¿Cual es el bien eterno si pensamos que Dios se se ha quedado atascado con nosotros?
Debido a que el Espíritu Santo es Dios, y por lo tanto nuestra unión con Cristo es inseparable, significa que Dios nunca se lamentará habernos salvado.
Esta parte es más que un punto de nuestra seguridad teológica. Tiene que ver con cómo nos aferramos a ella. No es suficiente decir que estamos inseparablemente unidos a Cristo. Sino, ¿cómo se siente Dios al respecto? ¿Qué bien nos haría la unión inseparable a nosotros en este momento si pensamos que Dios no estaba contento al respecto? ¿Cual es el bien eterno si pensamos que Dios se se ha quedado atascado con nosotros?
Debido
a que el Espíritu nos une a Cristo, significa que todos los
beneficios de Cristo se convierten en los nuestros. Su muerte que
derroto el pecado fue
donde la culpa y el poder de nuestro pecado fueron derrotados
(Romanos 6: 3). Su resurrección que
derroto la muerte fue donde el poder y el
aguijón de nuestras tumbas fueron
superados (Romanos 6: 4). Su reivindicación como el Hijo de Dios es
una reivindicación que ahora compartimos.
En Cristo, como el Espíritu mismo da testimonio, ahora somos hijos de Dios (Romanos 8: 16-17). Somos coherederos con Cristo - amados por el Padre como lo es él. Y este tipo de amor de esta clase de Padre no es de mala gana.
En Cristo, como el Espíritu mismo da testimonio, ahora somos hijos de Dios (Romanos 8: 16-17). Somos coherederos con Cristo - amados por el Padre como lo es él. Y este tipo de amor de esta clase de Padre no es de mala gana.
Debido
a que estamos unidos a Cristo, y el vínculo de unión que es Dios el
Espíritu Santo, entonces aún en nuestros peores momentos, en
nuestros puntos bajos más bajos, en nuestra más profunda oscuridad,
Dios nunca ha lamentado salvarnos. Nunca.
Él nos eligió para la alabanza de su gloriosa gracia (Efesios 1: 4-6); él nos hizo su propia mano de obra (Efesios 2:10); él completará lo que comenzó (Filipenses 1: 6) en todos aquellos que el Espíritu garantiza (2 Corintios 1: 21-22). Realmente es cierto: Dios nunca se arrepentirá de habernos salvado. Él esta irrevocablemente contento en la inseparable unión que tenemos con Cristo que él ha logrado por su Espíritu.
Usted no puede conseguir esto en el Café Eureka.
Él nos eligió para la alabanza de su gloriosa gracia (Efesios 1: 4-6); él nos hizo su propia mano de obra (Efesios 2:10); él completará lo que comenzó (Filipenses 1: 6) en todos aquellos que el Espíritu garantiza (2 Corintios 1: 21-22). Realmente es cierto: Dios nunca se arrepentirá de habernos salvado. Él esta irrevocablemente contento en la inseparable unión que tenemos con Cristo que él ha logrado por su Espíritu.
Usted no puede conseguir esto en el Café Eureka.
—Jonathan Parnell
Jonathan
Parnell (@jonathanparnell)
es un escritor y estratega de contenido
en Deseando a Dios—ministerio de recursos
teocéntricos del Pastor John Piper—, y
es el líder plantador
de la Iglesias de
Ciudad en Minneapolis-Saint Paul, donde
vive con su esposa, Melissa, y sus cinco hijos. Es co-autor de Cómo
mantenerse cristiano
en el Seminario, autor de Leyendo para
caminar: Meditaciones para la vida
cristiana, y co-editor de Diseñado para el
gozo: cómo el Evangelio Impacta
Hombres y Mujeres, Identidad y práctica (julio 2015). —todos
estos libros editados en ingles—
Traducción:
gustavo Morel
Fuente:
http://www.desiringgod.org/articles/god-will-never-regret-saving-you
Excelente! Gracias por publicar material tan edificante en español!
ResponderEliminarGracias por compartir, Solo a DIOS la Gloria.
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