Si nos preguntamos ¿qué somos? Lo
más probable es que respondamos sin dilaciones: “somos cristianos”.
Llama la atención que ésta
palabra apareció como título para los seguidores de Jesús recién diez o quince
años después de formada la Iglesia Primitiva.
Fue en Antioquia, la primera iglesia fundada en territorio gentil, “en donde a los discípulos de Jesús se les
llamó cristianos por primera vez” (Hechos 11.26). El título que surgió como
una burla, ya que significaba despectivamente “los de Cristo”, fue rápidamente
tomado como motivo de orgullo por los discípulos. Sin embargo, no deja de
sorprender que la palabra cristiano sólo aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento
(Hch 11:26, Hch 26:28, Rm 16:10, 1Pe 4:16).
Además de “cristianos”, el Nuevo
Testamento se refiere a nosotros como seguidores
de Jesús, los del camino, los locos que trastornan al mundo, miembros del
Cuerpo de Cristo, Iglesia de Jesucristo, Pueblo de Dios, Hijos de Dios, Hijos
del Altísimo, etc.
Pero hay una palabra, que si bien
es la que más se utiliza en la Biblia para describir al Pueblo de Dios, es sin
dudas la más ignorada: esclavos. En
el Antiguo Testamento la palabra esclavo (heb. ebed) es utilizada 250 veces para describir al Pueblo de
Israel. En el Nuevo Testamento, la
palabra esclavo (gr. doulos) se
utiliza 40 veces para llamar a los cristianos, y otras 30 para describir el
modo en que los cristianos debemos vivir. ¡Somos llamados esclavos un total de
320 veces!
Lamentablemente, las traducciones
españolas, por pudor y por el triste significado que tiene para nuestra
sociedad la esclavitud, optaron por traducir “siervo” haciendo que se pierda el
significado de lo que verdaderamente somos en Cristo.
El Pueblo de Israel:
“Porque los hijos de Israel son mis siervos (lit. esclavos). Yo los saqué de la tierra de Egipto. Yo
soy el Señor su Dios” (Levítico 25.55).
Los Discípulos y
Apóstoles:
Pablo y Timoteo, siervos (lit. esclavos) de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en
Filipos, junto con los obispos y diáconos: Gracia y paz reciban ustedes de Dios
nuestro Padre y del Señor Jesucristo. (Flp 1.1-2)
Pablo,
siervo (esclavo) de Jesucristo, llamado a ser apóstol y
apartado para el evangelio de Dios (Rm 1.1).
Santiago,
siervo (esclavo) de Dios y del Señor Jesucristo, saludo a
las doce tribus que están en la dispersión. (Stg 1.1)
Los creyentes:
Pero gracias a Dios que, aunque ustedes eran
esclavos (doulos) del pecado, han
obedecido de corazón al modelo de enseñanza que han recibido, y una vez
liberados del pecado llegaron a ser siervos (doulos) de la justicia. (Rm 6.17-18)
¿Qué implica decir que somos “esclavos de Cristo”?
1. Pertenencia completa.
John MacArthur
señala que hay una diferencia fundamental entre el siervo y es esclavo
Los
sirvientes se contratan; los esclavos
se poseen. Los sirvientes tienen un
elemento de libertad al elegir para quien trabajar y qué hacen. La idea de
servidumbre mantiene un cierto nivel de autonomía propia y derechos personales.
Los esclavos, por su parte, no tienen ni libertad, ni autonomía, ni derechos.[1]
Al morir
en la Cruz, Jesucristo nos liberó de la esclavitud del pecado. Pero eso no
significa que somos libres, Él nos liberó para ponernos bajo el yugo de su esclavitud. Fuimos comprados a precio
de su sangre, y ahora le pertenecemos a Él:
Porque ustedes han sido comprados; el precio
de ustedes ya ha sido pagado. Por lo tanto, den gloria a Dios en su cuerpo y en
su espíritu, los cuales son de Dios. (1 Cor 6.20)
Esto
significa
·
Entregar mi cuerpo en santidad al Señor.
·
Amoldar mi Espíritu, mi manera de vivir y
pensar, al modo de mi nuevo amo.
2. Sumisión absoluta.
Ser un
esclavo no significa solamente pertenecer a un amo, sino estar dispuesto a
prestarle una obediencia ciega, inmediata y absoluta. Para un esclavo, no
existe otra voluntad ni otro deseo que los de su amo:
Así que, hermanos, yo les ruego, por las
misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo,
santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! (Rm 12.1)
¿Acaso ignoran que el cuerpo de ustedes es
templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, y que recibieron de parte de
Dios, y que ustedes no son dueños de sí mismos? (1 Cor 6.19)
Para mí el vivir es Cristo (Flp 1.21a)
3. Total dependencia.
Ser
esclavo en la época del imperio romano podía no ser totalmente negativo. El
esclavo propiedad de un amo clemente y compasivo, disfrutaba de la tranquilidad
de no preocuparse por qué comer, donde vivir ni dormir. Además, si era esclavo
de un amo prominente gozaba de protección y se lo respetaba socialmente por su
cercanía con el amo. Nosotros, como esclavos de Jesucristo, gozamos del mismo
beneficio:
Por lo tanto, no se preocupen ni se
pregunten “¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Porque la gente
anda tras todo esto, pero su Padre celestial sabe que ustedes tienen necesidad
de todas estas cosas. Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. (Mt 6.31-33)
Muchas
veces oro diciendo: Señor gracias porque no soy mi propio dueño, gracias por
haberme hecho tu propiedad exclusiva.
Para reflexionar:
¿Cómo estoy llevando adelante mi vida como
esclavo de Cristo o como pequeño príncipe?
—Abel Schwab
Abel Schwab es el pastor de enseñanza de la Iglesia de la Alameda en Mendoza, Argentina, puedes leer mas artículos en su blog "Ser y hacer discípulos"
No hay comentarios:
Publicar un comentario