La
belleza ha sido y será un tema de gran importancia para la humanidad
–especialmente para aquellas del género femenino. Cada día
hacemos un esfuerzo y gastamos gran cantidad de tiempo y dinero para
hacernos a nosotras, a nuestras casas, carros y otros accesorios de
nuestras vidas, tan bellos y atractivos como sea posible. No hay, por
supuesto, nada de malo con querer ser bella y aun debemos ser
cuidadosas en aprender lo que es precisamente belleza. Lo crean o no,
las Escrituras tienen mucho que decir sobre la belleza, su fuente y
como ésta se refleja en la vida y persona de una mujer cristiana. En
este pequeño estudio vamos a
centrar nuestra atención en sólo dos versículos del tercer
capítulo de 1 de Pedro.
En el versículo 3, Dios hace el quizás la más
profunda declaración sobre la genuina belleza centrada en Dios.
vuestro atavío no sea el
externo,…
(1 Pedro 3:3)