La
totalidad de lo que las Escrituras revelan acerca de esta gran
verdad, llamada comúnmente la
“satisfacción
de Cristo”, puede resumirse bajo los siguientes puntos:
PRIMERO:
Qué Adán habiendo sido creado recto, pecó contra Dios y contra
toda la humanidad, y toda su posteridad en él: “Y creó Dios al
hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creo; varón y hembra los
creó” (Gén. 1:27). “Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que
estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no
comieses?” (Gén. 3:11). “He aquí, solamente esto he hallado:
que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas
perversiones” (Ecl. 7:29). “Por tanto, como el pecado entró en
el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte
pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron... Así que, como
por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres,
de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la
justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un
hombre los muchos fueron constituidos pecadores” (Rom. 5:12,
18-19a).
SEGUNDO:
Que por este pecado de nuestros primeros padres, todos los hombres se
encuentran en un estado pecaminoso y de apostasía de Dios y de
enemistad con él: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era
mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del
corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gén 6:5). “He
aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”
(Sal. 51:5). “Por cuantos todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios” (Rom. 3:23). “Por
cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no
se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Rom. 8:7).
“Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios
por la ignorancia que en ellos hay; por la dureza de su corazón”
(Ef. 4:18; cf.
Ef. 2:1; Col. 2:13).
TERCERO:
Que en este estado, todos los hombres siguen pecando contra Dios, y
por sí mismos no pueden actuar de otra manera: “Como está
escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay
quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Rom. 3:10-12).
CUARTO:
Que la justicia y santidad de Dios, por ser el supremo Soberano y
Juez de toda la tierra, requiere que el pecado sea castigado: “que
de ningún modo tendrá por inocente al malvado”
(Exo. 34:7). “Porque
él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y
vuestros pecados” (Jos. 24:19). “Porque
tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará
junto a ti. Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces
a todos los que hacen iniquidad. Destruirás a los que hablan
mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová”
(Sal. 5:4-6). “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes
ver el agravio” (Hab. 1:13). “¿Quién de nosotros morará con el
fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas
eternas? (Isa. 33:14). “Quienes habiendo entendido el juicio de
Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte” (Rom.
1:32a). “¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.)
En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?”
(Rom. 3:5-6). “Porque es justo delante de Dios pagar con
tribulación a los que os atribulan” (2 Tes. 1:6). “Porque
nuestro Dios es fuego consumidor” (Heb. 12:29; cf.
Deut. 4:24)
QUINTO:
Que Dios también ha comprometido su veracidad y fidelidad en la
sanción de la Ley [a fin de] no dejar el pecado sin castigo: “Porque
el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gén 2:17).
“Maldito el que no confirmare las
palabras de esta ley para hacerlas” (Deut. 27:26). En este estado y
condición, la humanidad, sin auxilio y ayuda divina, tenía que
perecer eternamente.
SEXTO:
Que Dios, por su bondad, gracia y amor infinitos por la humanidad,
envió a su Hijo unigénito para salvarla de esta condición: “Y
llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados” (Mat. 1:21). “Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea
salvo por él” (Juan 3:16-17). “Mas Dios muestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”
(Rom. 5:8). “En esto se mostró el amor
de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al
mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9). “En esto consiste
el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros
pecados” (1 Juan 4:10). “...A Jesús, quien nos libra de la ira
venidera” (1 Tes. 1:10).
SÉPTIMO:
Que este amor era el mismo en el Padre y en el Hijo, puesto en
práctica distintivamente en la manera que más adelante será
declarado. Por lo tanto, vanas son las pretensiones de los hombres
quienes, por el amor al Padre en esto respecto, argumentan contra el
amor del Hijo o viceversa.
OCTAVO:
Que, en general, la manera por medio de la cual el Hijo de Dios
estando encarnado salvaría a los pecadores perdidos, sería por ser
él mismo una sustitución, según los designios y los mandatos
de Dios, tomando el lugar de aquellos a quien salvaría: “Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21). “Cristo
nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición” (Gál. 3:13). “Ciertamente, apenas morirá alguno por
un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:7-8). “Porque lo
que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne,
Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa
del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de
la ley se cumpliese en nosotros” (Rom. 8:3-4). “Quien llevó él
mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Ped. 2:24).
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el
justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Ped. 3:18). Todas
estas expresiones muestran indubitablemente una sustitución
de Cristo en lo que se refiere a sufrir en lugar de aquellos que
salvaría. Esto, en general, es todo lo que queremos expresar al
decir “su satisfacción”, es decir, que “por nosotros lo hizo
pecado”, “hecho por nosotros maldición”, “murió por
nuestros”; esto es, en nuestro lugar para que pudiéramos ser
salvos de la ira venidera...
NOVENO:
Esta manera divina de salvar a los pecadores se expresa de varias
maneras particulares en las Escrituras. A saber:
1.
Que se ofreció como sacrifico a Dios para la expiación de nuestros
pecados [por medio de] su muerte y sufrimientos:
“Cuando haya puesto su vida en expiación
por el pecado” (Isa. 53:10). “He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). “Cristo nos amó, y se
entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en
olor fragante” (Ef. 5:2). Jesús, como un “ser misericordioso y
fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los
pecados del pueblo” (Heb. 2:17). “Pero estando ya presente
Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y
más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta
creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino
por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre
de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra
rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la
carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el
Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará
vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios
vivo?” (Heb. 9:11-14).
2.
Que nos redimió al pagar un precio, un rescate por nuestra
redención: “Porque
el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para
dar su vida en rescate por muchos” (Mar. 10:45). “Porque
habéis sido comprados por precio” (1 Cor. 6:20; 7:23). “El cual
se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio
a su debido tiempo” (1 Tim. 2:6).” Quien se dio a sí mismo por
nosotros para redimirnos de toda iniquidad” (Tito 2:14). “Sabiendo
que fuisteis rescatados..., no con cosas corruptibles, como oro o
plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación” (1 Ped. 1:18-19).
3.
Que cargó con nuestros pecados o sea el castigo que ellos merecían:
“Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz
fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros
nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros... y llevará las
iniquidades de ellos” (Isa. 53:5-6, 11). “quien
llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1
Ped. 2:24).
4.
Que satisfizo la Ley y su sentencia:
“Dios, enviando a su Hijo en semejanza de
carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros” (Rom.
8:3-4). “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por
nosotros maldición” (Gál. 3:13). “Dios
envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que
redimiese a los que estaban bajo la ley” (Gál. 4:4-5).
5.
Que murió por el pecado y los pecadores para expiar lo primero y en
lugar de los segundos. “El
cual fue entregado por nuestras transgresiones” (Rom 4:25).
“Porque... siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo” (Rom. 5:10). “Cristo murió por nuestros
pecados, conforme a las Escrituras” (1 Cor. 15:3). “Porque el
amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por
todos, luego todos murieron” (2 Cor. 5:14).
6.
Por lo tanto, en lo que a Dios respecta se declara que “el que no
escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros” (Rom. 8:32). [Dios] causó que todas nuestras
iniquidades fueran cargadas sobre él (Isa. 53:6).
7. El
efecto consecuente fue (1) Que la justicia de Dios fue glorificada.
“A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su
sangre, para manifestar su justicia” para la remisión de los
pecados (Rom. 3:25). (2) La Ley fue cumplida y satisfecha, como lo
dicen los pasajes ya citados, Rom. 8:3-4; Gál. 3:13; 4:4-5. (3) Dios
se reconcilió. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Cor.
5:18-19). “Para expiar los pecados del pueblo” (Heb. 2:17). (4)
Se hizo expiación por el pecado: “Por quien hemos recibido ahora
la reconciliación” (Rom. 5:11); y se hicieron las paces con Dios:
“Porque él es nuestra paz..., y mediante la cruz reconciliar con
Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades”
(Ef. 2:14, 16). (5) Puso fin al pecado. “Para terminar la
prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para
traer la justicia perdurable” (Dan. 9:24)...
A causa
de que “el castigo de nuestra paz fue sobre él” y porque “por
su llaga fuimos nosotros curados”, él fue castigado para que
nosotros fuéramos liberados, [Cristo] fue el capitán de la
salvación para todos los que le obedecen (Heb. 5:9)... Estos son los
requerimientos indispensables para nosotros a fin de creer que
podemos encauzar nuestra obediencia en acorde con la mente y la
voluntad de Dios... Si Cristo el Señor, en acorde con la voluntad
del Padre y por su propio consejo y elección, fue el sustituto y de
hecho se puso de sustituto como el Mediador del pacto en el lugar de
los pecadores para que puedan ser salvos, y en este respecto cargar
sus pecados, o el castigo correspondiente a sus pecados, por medio de
sufrir la maldición y la pena de la Ley; y si también, según la
voluntad de Dios, se ofreció como un sacrificio propiciatorio,
expiatorio para hacer expiación por el pecado y para la
reconciliación de los pecadores a fin de
aplacar la justicia de Dios y que la Ley se cumpliera, de modo que
puedan ser salvos o libres de la ira venidera; y por ende también
pagó un precio realmente satisfactorio por su redención, entonces
satisfizo, delante de Dios, los requerimientos por el pecado. Estas
son las cosas que quise decir con la expresión Satisfacción.
De “A Brief Declaration of Vindicaton of The Doctrine of the Trinity” (Una breve declaración de la vindicación de la doctrina de la Trinidad), en The Works of John Owen (Las obras de John Owen), tomo 2, reimpreso por The Banner of Truth Trust.
John
Owen (1616-1683): Pastor y teólogo congregacional; llamado “El
Príncipe de los puritanos”; nacido en Stadhampton, Oxfordshire,
Inglaterra
Puedes encontrar más materiales de edificación en formato pdf en la pagina de Chapel Library:
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