jueves, 9 de enero de 2020

Como caminar por fe y no por lo que dictan tus sentimientos por Lara d’Entremont


¿Que es lo que te guía? ¿Qué dirige tus decisiones, acciones, palabras y pensamientos?

Como creyentes, estamos llamados a vivir por fe. Y sin embargo, muchos de nosotros optamos por vivir de otra manera: por nuestros sentimientos. ¿Alguna vez ha tomado una decisión porque simplemente “se sentía bien hacerlo”? ¿Alguna vez has dicho algo porque “te pareció el momento perfecto para decirlo”?. Antes de convertirme en creyente, vivía completamente según como me sentía. Mis sentimientos guiaban mis reacciones en la vida y me orientaban a cada paso. Si un camino no era acompañado por un sentimiento agradable, entonces no lo tomaba.

Poco después de convertirme en creyente, todavía vivía a través de mis sentimientos y no de mi fe. Dudaba de mi salvación, porque no la sentía real. Luché por creer que Dios todavía me amaba cuando pecaba porque no podía sentir su amor. A menudo cedí a la tentación de pecar porque lo sentía mejor que la obediencia. Mi tiempo de adoración también estaba completamente regulado por mis sentimientos; si me sentía cerca de Dios, entonces había adorado correctamente.

¿Vives a través de tus sentimientos? ¿Vives de manera similar a como yo lo hice? Si es así, tenemos que considerar lo que la Palabra de Dios tiene que decir acerca de nuestros sentimientos y de lo que realmente es vivir por fe.



No puedes confiar en tus sentimientos

La Biblia nos dice rápidamente que no podemos confiar en nuestros sentimientos (o corazones, para ser mas precisos). 

“Confía en el Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento” Proverbios 3:5.
 
Los que confían en su propia inteligencia son necios, pero el que camina con sabiduría está a salvo.” Proverbios 28:26 NTV. 

El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es?” Jer. 17:9 NTV.

¿Por qué nuestros corazones son considerados tan poco confiables? Hay dos razones: están cambiando constantemente y se ven afectados por el pecado.

Nuestros sentimientos son tan confiables como lo es la arena en la playa. La arena siempre se mueve, empujada hacia adelante y hacia atrás tanto por el viento como por el agua. Es pisada y dispersada por personas que la atraviesan, los niños la usan para construir y los perros cavan en ella. Puede parecer una base sólida para tu castillo de arena, pero agrega un poco de agua y toda la construcción colapsará.

Nuestros sentimientos no son diferentes a esa arena. Cambian fácilmente debido a las personas y las circunstancias. En un momento puedes estar feliz leyendo un libro en tu silla favorita, y unos minutos más tarde puedes enojarte por el rastro de barro que el perro acaba de dejar. Puede que te sientas de mal humor al despertar por la mañana, pero después de correr un rato escuchando tu lista de reproducción favorita, tu día parece ser uno mucho mas positivo. ¿Ves cuan inconstantes son nuestros sentimientos?

Nuestros sentimientos también pueden ser influenciados por otros. Un orador puede hacer que te sientas apasionado por una nueva causa de justicia social. Un líder de adoración puede hacerte sentir que la presencia de Dios está a tu alrededor. Un pastor puede hacerte sentir culpable. Un amigo puede hacerte sentir feliz de nuevo. Un vendedor puede hacerte sentir ansiedad por el último producto tecnológico. Nuestros sentimientos son tan fácilmente influenciados y cambiantes debido a las palabras, acciones y la forma en que se dirigen a nosotros. 

Aquí es donde podemos ver la locura de confiar en nuestros sentimientos. ¿Cómo puedes confiar en algo que te transmite información siendo tan inestable? No confiaríamos en un líder si este siempre cuestiona y cambia su plan de acción. ¿Por qué entonces deberías confiar en tus sentimientos? No son certeros, y seguramente están pobremente fundamentados.
 
Afectados por el pecado

Debido a la caída, todo nuestro ser se ve afectado por el pecado. Nuestros cuerpos se descomponen, fallan y mueren, y nuestros corazones se corrompen. Nuestros corazones desean lo que es pecaminoso, y siempre debemos luchar contra eso. Pablo mismo escribe acerca de esta batalla que tenemos con la carne:


"Realmente no me entiendo a mí mismo, porque quiero hacer lo que es correcto pero no lo hago. En cambio, hago lo que odio. Pero si yo sé que lo que hago está mal, eso demuestra que estoy de acuerdo con que la ley es buena. Entonces no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí." Romanos 7:15-20 NTV.

Hay una batalla en la que siempre debemos luchar contra la carne, y esa batalla también reside en nuestros sentimientos. Nuestros sentimientos nos llevarán a hacer lo que se siente bien, ya sea que Dios lo considere correcto o no. Nuestros sentimientos tratarán de persuadirnos de hacer cosas en las que seremos desobedientes a Dios. Si vamos a vivir una vida recta, no podemos confiar en ellos.  

Viviendo por la certeza de la fe

Estamos llamados a no vivir por nuestros sentimientos sino por la fe (2 Corintios 5:7). Nuestra fe es sólida si la hemos colocado a Dios en primer lugar. Y esta fe se basa en la Palabra infalible de Dios, certera, transformadora y autoritativa. La Escritura nos dice cómo vivir y qué creer. Esto es lo que debería gobernar y determinar cómo hablamos, pensamos y actuamos, no nuestros sentimientos siempre cambiantes y fácilmente influenciables. Nuestra fe no es ciega ella se instruye y es guiada por la Palabra perfecta de Dios.


A veces estos dos pueden mezclarse; tratamos de vivir tanto a través de nuestra fe como de nuestros sentimientos. Podemos decir: “Voy a ser misionero, independientemente de la Biblia que me diga que la iglesia necesita confirmarme, porque siento que eso es lo que estoy llamado a hacer”. . . "Me voy a casar con esta persona, a pesar de que la Biblia me dice que no me case con una incrédula, porque siento que es lo correcto. . . No perdonaré a esta persona, a pesar de que la Biblia me dice que debo perdonar, porque no siento que pueda hacerlo."

A menudo permitimos que nuestros sentimientos nos dicten nuestra postura con respecto a Dios en lugar de buscar en lo que Su Palabra ya declara acerca de nosotros. No me siento perdonado por Dios, por lo que Él todavía debe estar enojado conmigo. No siento gozo, así que no voy a adorar a Dios. No siento la presencia de Dios, aunque tengo el Espíritu Santo viviendo dentro de mí. No siento a Dios cuando hago mi estudio de la Biblia, así que debo estar haciendo algo mal.

Dios en cambio nos llama a vivir por fe. Esto significa que no actuamos en base a nuestros sentimientos, sino en base a lo que Dios nos llama a hacer. No creemos en algo por lo que nos hace sentir, sino por lo que la Escritura dice acerca de ello.

Ejemplos del Antiguo Testamento

Hebreos nos habla de los innumerables creyentes que vivieron por fe en el Antiguo Testamento en lugar haber vivido a través de sus sentimientos. Tómese un momento y lea Hebreos 11, analice las historias a las que hace referencia el escritor y considere cómo se sintieron y cómo actuaron. Todos ellos probablemente tenían sentimientos de duda, miedo, tentación hacia el pecado e incertidumbre, sin embargo, caminaron por fe. Permitieron que su fe les diera la información necesaria y los guiara.


Toma el ejemplo de Noé

Por la fe, con mucho temor Noé construyó el arca para salvar a su familia, cuando Dios le advirtió acerca de cosas que aún no se veían. Fue su fe la que condenó al mundo, y por ella fue hecho heredero de la justicia que viene por medio de la fe. (Hebreos 11:7 RVC).
Noé vivía en un mundo de paganos que odiaban a Dios y amaban el pecado. Él estaba construyendo un arca porque Dios iba a enviar lluvia, algo que nunca antes se había visto. Noé ya era viejo, y pasó muchos años construyendo el arca. ¿Crees que sintió ganas de construirla? ¿Crees que sintió miedo de las personas pecaminosas que estaban a su alrededor, de qué podrían pensar o hacer? ¿Crees que se sintió tentado a rendirse o de no confiar en Dios? Probablemente lo hizo. Pero él eligió vivir por fe. Su fe en Dios lo impulsó hacia adelante, no sus sentimientos inconstantes.


Nos enfrentamos a la misma decisión hoy, amigos. Podemos vivir de acuerdo a nuestros sentimientos o de acuerdo a nuestra fe. Si tu fe está en Cristo, es sólida y confiable. Tus sentimientos están siempre cambiando y siendo influenciados. ¿Cuál de ellos te guiará?

Instruyendo a nuestros sentimientos

Al final, es Dios y su Palabra lo que debe guiar nuestros sentimientos, y no al revés. Cuando sientas la tentación de escuchar tus sentimientos o tus sentimientos te abrumen, detente y observa la Palabra de Dios. Compara lo que estás sintiendo con lo que ella dice.

¿Tus sentimientos se alinean a la Escritura? Genial, sigue lo que dice la Palabra de Dios. Pero si tus sentimientos contradicen la Palabra de Dios, debes decir “no” a ellos. Esos son los sentimientos que debemos postergar e ignorar. 


Aunque ellos pueden sentirse fuertemente, no son confiables. La Palabra de Dios es tu fuente y fundamento. Vive de acuerdo a ella y de acuerdo a tus sentimientos.

Lara d’Entremont

Lara d’Entremont es una Consejera Bíblica en formación, y su deseo por escrito es enseñar a las mujeres a recurrir a la Palabra de Dios en medio de su vida diaria y su sufrimiento para encontrar las respuestas que necesitan. Ella quiere enseñar a mujeres a amar a Dios con sus mentes y corazones. Lara está casada con Daniel y viven en Nueva Escocia, Canadá. Puede encontrar más de sus escritos en laradentremont.com.


Traducido de https://www.crosswalk.com/ este artículo apareció originalmente en ReviveOurHearts.com

Traducción:
Gustavo Morel









 

No hay comentarios:

Publicar un comentario